Wednesday, September 26, 2012

observaciónpura:sayulita


La noche se apodera de mí. Con los pies clavados en la arena helada miro al horizonte, vacío, frío, oscuro, presente.  Hay un susurro que abanica mis oídos, me pregunto si el mar trata de contarme algo. Escucho el vaivén poderoso de las olas que bailan sin dar descanso. Todo lo que veo es negro, o azul, o una mezcla de los dos. Apenas logro distinguir las líneas y formas que se esconden en la noche. Ella, llena de lo desconocido me invita, me atrae, me hace sentir débil y vulnerable.

            El ruido del mar es constante, pero incomprensiblemente, no me molesta. Más bien me calma, me relaja. No hay nadie ni nada alrededor, sólo sé que no sé nada, sé todo lo que no sé. No puedo entender cómo este lugar guarda tantos secretos, tanta información en tanta penumbra. Presto especial atención a mis pies que empiezan a congelarse, supongo que es por el frío asomo del agua que los acaricia, tengo cinco segundos de descanso y me ataca otra vez. El agua vuelve, va y viene, siempre presente.

            Me doy cuenta de que no estoy solo. Hay algo que me acompaña, es un ánima tenue que proviene de las pocas estrellas que quedan sobre el cielo. Sí, son pocas. Pero brillan fuerte, y no me dejan caer en la eterna soledad que me planta la noche. Además, y como si fuese poco, toda la esfera se viste de gala para asistir al baile de la única música que se escucha, el canto de las gaviotas paseándose por la orilla del mar.

Tuesday, June 12, 2012

Dame un trago de Siete

Sigue siendo lo mismo
La misma que sentí
Me llama fuerte y claro, me desplazo
Constante como una atracción molecular
en una galaxia triangular
de espacios cósmicos que se mueven en nuevas dimensiones
Nuevos alientos que despiertan a la ciudad

Rápida y feroz, atractiva y peligrosa
Graves silbidos que tantean mi soledad
La calma de soñar lo más incierto, volando en fluorescente
Saber que no es Buenos Aires, ni Río, ni Montevideo, ni Paris, ni Londres
Mezcla única, y sin igual, de barro y concreto
con la posibilidad de enamorarte en más de una ocasión
de la más perfecta ciudad

La falta de hambruna del zar del Caribe
que frente al mar despoja a sus visitantes de toda intimidad
Despojándome de mi más arraigada natalidad
e impregnando sus calles de cantos galácticos
y elogiando, sensualmente, a seres que no existen
caen rosas sobre sus habitantes que la embriagan
Sí, esta ciudad te invita un trago

Admiración por su eterna juventud, intocable
El cañon da fuego para acabar con ella
te engaña y se ve rota, desgastada guarda el secreto
Conocer lo que trama y no entenderla
quererla y que no se deje
Miles de niveles, avanzas y no la salvas
Abstracta, así es mi ciudad

Ella se posa sobre tí cuando menos lo esperas
su visita arbitraria y repentina te contenta
se construye un hato en tu mente y te roba de tí
Es quien, incontrolablemente, muerde tus labios cuando la piensas
quien te vuelve daltónico para que aprecies su, mística, realidad
Realidad irreal que se transforma y evoluciona en los monstruos más reales
Esta ciudad te ciega para que sueñes con ella

Ella te deja querer, poder, hacerla tuya
Te recuerda el trato intangible e invisible que hicieron
y se viste de naturaleza para ir a cenar contigo
porque en la noche cambia, es atrevida y cómoda
y fluyen nuevas ideas y nuevas palabras
y nuevas luces y nuevas rutinas
Rutinas quebrantables por el dinamismo bello de ella, de esta ciudad

La odio porque me hace
La odio porque le pertenezco
La odio porque la escucho risueña
La odio porque me desnuda
La odio porque me ha quitado lo que más quiero
Sobre todo la odio porque la entiendo
Y, entonces, me vuelve a enamorar como si fuera la primera vez


(09 El Dandy - Trujillo)

Monday, April 2, 2012

Algo sobre la noche

Aún no sé qué es lo que pasa en el momento mágico en que cae el sol sobre la ciudad. Hay una milésima de segundo, un instante casi imperceptible, que libera todos los sentimientos humanos.

Llámalo naturaleza, llámalo psicología. Hay algo sobre la noche que la hace siempre especial. Desde fiestas y reuniones hasta silencios y soledades. Incluso sobre los lugares que nunca duermen se puede sentir la inminente presencia de la noche. Aleteando y despertando a las mentes inquietas. Y es que, quizás, la noche (y por ende la oscuridad) representa el momento más vulnerable a explorar; las verdades de la vida, los besos ocultos, las mentiras blancas y los significados trascendentales de la existencia.

Me niego a creer que haya una mente, una cabeza, pensante y racional que no desee conocer todo lo que ocurre tras la densa y pesada cortina oscura de la noche. Su olor es inigualable, único. Un solo paseo nocturno no basta para descubrir y comprender las maravillas que yácen bajo la, cada vez más, tenue luz de las estrellas.
Se requiere de una actitud o aptitud criminal, o ambas dos inclusive, y del más fuerte sentido del gusto para seguir el suave y leve rastro de la noche. Rastro que se te escapa de las yemas cuando estás a punto de alcanzarlo. El mismo rastro que te dejó morir en los brazos de Morfeo.
Existe solo un rastro de la noche y es siempre el mismo. El mismo que se burla de tí y de tu incapacidad de seguirle el ritmo.

En esta oportunidad la noche se comporta como la peor compañera de tango. Me engaña con su infinita atracción. Me susurra que me acerque más y cuando estoy cerca, siempre se da la vuelta rápido, dejando solo un retrato de lo que fue su aliento sobre mi cara.
No creo que sea posible explicar la rapidez con que actúa la noche. Ni tampoco cómo se posa sobre todos nosotros incendiándonos de curiosidad. Dormir mientras ocurre la noche parece ser la forma mediocre de lidiar con tal evento.

Muchos le tememos a la oscuridad y, a veces, me pregunto si realmente deberíamos. La noche parece desearnos suerte en los billones de viajes que emprendemos en las mañanas. Ella, siempre de un negro azulado que invita elegancia, nos llena de expectativas desleales que, de una forma u otra, terminan teniendo lugar en su misma mesa redonda.

Si hay algo seguro acerca de la noche es su inmensidad. Es ese infinito incierto el que le otorga magia y gracia a todo el juego. Porque sí, también estoy seguro de que es parte de un juego injusto entre razón y corazón que nos usa a cada uno como piezas móviles para cumplir con su propósito.
Entiendo que la noche se vista de amor para seducir, involucrar y desechar. Pero me rehúso a que, únicamente, me utilice y me deje bajo su vasta y clara penumbra.

Le exijo respeto y derecho. Respeto y derecho a participar en su juego místico. A la noche le demando que me exhorte de la mortalidad eterna y me entienda como igual. A la noche le pido que me reivindique como uno más de su travesía.