Wednesday, September 26, 2012

observaciónpura:sayulita


La noche se apodera de mí. Con los pies clavados en la arena helada miro al horizonte, vacío, frío, oscuro, presente.  Hay un susurro que abanica mis oídos, me pregunto si el mar trata de contarme algo. Escucho el vaivén poderoso de las olas que bailan sin dar descanso. Todo lo que veo es negro, o azul, o una mezcla de los dos. Apenas logro distinguir las líneas y formas que se esconden en la noche. Ella, llena de lo desconocido me invita, me atrae, me hace sentir débil y vulnerable.

            El ruido del mar es constante, pero incomprensiblemente, no me molesta. Más bien me calma, me relaja. No hay nadie ni nada alrededor, sólo sé que no sé nada, sé todo lo que no sé. No puedo entender cómo este lugar guarda tantos secretos, tanta información en tanta penumbra. Presto especial atención a mis pies que empiezan a congelarse, supongo que es por el frío asomo del agua que los acaricia, tengo cinco segundos de descanso y me ataca otra vez. El agua vuelve, va y viene, siempre presente.

            Me doy cuenta de que no estoy solo. Hay algo que me acompaña, es un ánima tenue que proviene de las pocas estrellas que quedan sobre el cielo. Sí, son pocas. Pero brillan fuerte, y no me dejan caer en la eterna soledad que me planta la noche. Además, y como si fuese poco, toda la esfera se viste de gala para asistir al baile de la única música que se escucha, el canto de las gaviotas paseándose por la orilla del mar.

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